abril 11, 2009

De la Patada

El otro día estaba viendo un partido de la selección, y no pude evitar acongojarme por la falta, no tanto de talento, sino de empeño por parte de los jugadores en los cuales depositamos toda nuestra fe mundial tras mundial, y de los que siempre recibimos las más dolorosas decepciones. Es por esto que encuentro cierta similitud entre los futbolistas y los políticos de nuestro país.
Los primeros comienzan su carrera a muy temprana edad, llenos de ilusiones e ideales, firmes como sus costosos chamorros, que los impulsan a conseguir el sueño anhelado de convertirse en jugadores a los cuales hemos todos de admirar. Sin embargo, esta “inocencia” poco a poco se ve corrompida por el dinero, y entre más ricos se hacen, menor es el interés por la verdadera pasión que despiertan entre el aficionado, vendiendo sin apuro ese par de piernas privilegiadas al mejor postor, y dejando a un lado el nostálgico “amor a la camiseta”. A la hora de defender los colores del “Tri” estas seudo-celebridades se empeñan en prometernos un futuro distinto para nuestro balompié, posteriormente escudándose en la mediocridad disfrazada de una serie de coincidencias y circunstancias a las cuales atribuyen la derrota.
Los políticos a su vez, en muchas ocasiones, comparten estas características, y nos terminan defraudando con un desempeño de sus funciones de mediana calidad tras una sarta de promesas sin cumplir. Nuestros gobernantes pueden tener muy buenas intenciones una vez iniciadas sus carreras. Dibujan en su mente un México distinto al que están acostumbrados y del que también han sido victimas, pero al ascender al poder, y viendo la posibilidad de engordar su cartera a costa de la gente, parecen olvidar todo aquello por lo que lucharon y hacen caso omiso de las verdaderas preocupaciones de la sociedad que los ha elegido como sus representantes.
Por nuestra parte sólo queda ver atrás en los recuentos históricos, tanto en el deporte como en la política, para darnos cuenta que este fenómeno no es cosa reciente, pues es la historia misma la que se encarga de recordarnos los bochornosos resultados que nuestros “héroes” nos han dado. Veamos más allá de los trucos publicitarios que envuelven las campañas fantásticas de estos hombres para así poder verlos como lo que son: gente carismática, con dotes para engatusar y hacernos creer que en sus manos, o en sus pies, está el porvenir de México.