abril 26, 2009

Yet to be titled

I remember when I first laid eyes on the devil
I kissed her like the most delicate girl
and though among our foes awaits our true love

I'm sure, I'm sure
that we are all bound
by the worst in each and everyone of us
'cause I've never known a beautiful thing I could trust
but when I blow out the candles
the war will be long lost
and I won't ask for anything at all

And I think priests are just as stubborn as solicitors
and my brow starts shaking
each time you're on the phone
you could be my true love

but I'm sure, I'm sure
that we're both bound by
the worst in each and everyone of us
'cause I've never known a beautiful thing I could trust
but when I blow out the candles
the war will be long lost

so hold me in your arms
and do so at no charge
I'm a man of simple ways
even in my bluer days
will you make it to my birhtday?
I can't hardly wait

then I'll know that I won't ask for anything at all

abril 11, 2009

De la Patada

El otro día estaba viendo un partido de la selección, y no pude evitar acongojarme por la falta, no tanto de talento, sino de empeño por parte de los jugadores en los cuales depositamos toda nuestra fe mundial tras mundial, y de los que siempre recibimos las más dolorosas decepciones. Es por esto que encuentro cierta similitud entre los futbolistas y los políticos de nuestro país.
Los primeros comienzan su carrera a muy temprana edad, llenos de ilusiones e ideales, firmes como sus costosos chamorros, que los impulsan a conseguir el sueño anhelado de convertirse en jugadores a los cuales hemos todos de admirar. Sin embargo, esta “inocencia” poco a poco se ve corrompida por el dinero, y entre más ricos se hacen, menor es el interés por la verdadera pasión que despiertan entre el aficionado, vendiendo sin apuro ese par de piernas privilegiadas al mejor postor, y dejando a un lado el nostálgico “amor a la camiseta”. A la hora de defender los colores del “Tri” estas seudo-celebridades se empeñan en prometernos un futuro distinto para nuestro balompié, posteriormente escudándose en la mediocridad disfrazada de una serie de coincidencias y circunstancias a las cuales atribuyen la derrota.
Los políticos a su vez, en muchas ocasiones, comparten estas características, y nos terminan defraudando con un desempeño de sus funciones de mediana calidad tras una sarta de promesas sin cumplir. Nuestros gobernantes pueden tener muy buenas intenciones una vez iniciadas sus carreras. Dibujan en su mente un México distinto al que están acostumbrados y del que también han sido victimas, pero al ascender al poder, y viendo la posibilidad de engordar su cartera a costa de la gente, parecen olvidar todo aquello por lo que lucharon y hacen caso omiso de las verdaderas preocupaciones de la sociedad que los ha elegido como sus representantes.
Por nuestra parte sólo queda ver atrás en los recuentos históricos, tanto en el deporte como en la política, para darnos cuenta que este fenómeno no es cosa reciente, pues es la historia misma la que se encarga de recordarnos los bochornosos resultados que nuestros “héroes” nos han dado. Veamos más allá de los trucos publicitarios que envuelven las campañas fantásticas de estos hombres para así poder verlos como lo que son: gente carismática, con dotes para engatusar y hacernos creer que en sus manos, o en sus pies, está el porvenir de México.

marzo 29, 2009

Ghost of The Stereo

Hola
Aquí dejo la primera de algunas letras que he querido bloggear desde hace rato.
La prosa puede ser medio cansada a veces. Los renglones se ven más monos cuando no son tan largos.
Lean si quieren.
If I ever had my fortune told
Would I then stop waiting to get old?
Though records have shown
I’m better off on my own
I’ll pave a new route home
If you let me

I sure know the northern superpower’s favorite Beatle is Paul
I’ve grown addicted to things I wasn’t fond of before
But now that it’s finally mine
I don’t belong myself
And now that you’ve been denied the sweetest taste
I hope you say grace before eating the sinful fruit of intelligence
And I know there are men on TV
Pollsters who darken our days black

Not until the plates start shifting at their own command
And the ghost of the stereo finally speaks his mind
All our favorite words
Will fit in one line

And I know there are men on TV
Pollsters who darken our days black
Half of the time I don’t understand
What they mean

No Sé Si Sea Hipermoderno

O posmoderno, o sobremoderno, o supermoderno, no sé. Me reconozco esclavo del “gossip” mediático, y sé que aún tratándose de temas alejados de la cultura popular, estos forman parte de la misma enajenación que me somete a sesiones de Youtube a medianoche. Videos virales, sucesos que quizás, de no verlos hoy, después no sean un tema de conversación entretenido.

Disfruto cada momento de quietud entre mis necesidades inventadas. Y vaya que son pocos estos momentos. El miedo a la soledad ha sido reemplazado ahora por el miedo a la incomunicabilidad, miedo a la marginación ciberespacial, miedo a la caducidad de ideas, al envejecimiento de personalidades. Atribuyo mi caída de cabello en gran parte a la prisa y al estrés que me siguen como sombras en mi rutina diaria.

Soy uno de esos tantos que se siente solo si no pertenece a algún espacio que pueda compartir con los demás. El club de los alienados es, no lo dudo, uno de los más concurridos hoy en día. Sí, es difícil estar solo en la actualidad, porque ahora es posible acercarme a gente de ciudades con nombres que jamás había escuchado a través de ese vínculo de lo compartido. La realidad que nos asedia nos ha hecho colegas, amigos, hermanos. Todo ello sin siquiera habernos dado la mano.

Es bello. Ahora sé que no estoy tan loco como pareciera. A un dúo de niñas adolescentes noruegas les gusta Fleet Foxes tanto como a mí. Alguien más, un gringo me parece, me hizo el día al asentir mi opinión que un connacional suyo que aparece tocando un cover de Cape Cod Kwassa Kwassa desde su habitación, ahora violada cinco mil doscientas seis veces por los ojos de otros miles de intrusos a distancia, es el vivo retrato de Alfred E. Neuman. Y es que al pasar gran parte de mi vida buscando el parecido perfecto de carne y hueso con la mascota de la revista MAD, sólo pensé en postear mi comentario cuando creí haberlo encontrado en el video de aquel niño, deseando quizás que alguien más compartiera mi opinión.

La atemporalidad en la que vivo no logra hilar los días y las horas, los antes y los después. Sin avisarnos, lo retro se adelanta, y las costumbres más tendenciosas se quedan rezagadas en el tiempo. He llegado a un punto en mi vida que debo apretar el paso y abrir más los ojos, pequeños como son, para alcanzar el ritmo de mis propias experiencias. Es tanta la información. Mi cerebro está atiborrado de cosas; memorias que entran y salen para ser reemplazadas por algo nuevo, ¿o algo viejo? Los recuerdos son turistas. Se pierde el placer, creo. Hay muy poco tiempo para poder comer algo despacito mientras sientes con cada bocado el sabor que es advertido por lo que sea que tengamos detrás de la lengua que hace de nosotros un manojo contradictorio de gustos y repulsiones. Siempre digo que es por eso que acojo uno que otro enervante suave con tanta religiosidad. Casi nada para mí se asemeja al escuchar música bajo el influjo de un gallo bien apretado. Explico porqué. Normalmente cuando fumo se conjugan una serie de factores que hacen del momento un despojo casi eterno de toda preocupación y citas por atender. No hay de qué correr y a ningún lugar. Entonces cada canción es más larga, cada sonido más profundo. Es verdad, es verdad. Me ha pasado muchas veces que descubro en canciones que ya conozco arreglos que antes me eran imperceptibles. Un bajo muy grave que no había notado, o el asalto sutil de un teclado delicadamente escondido entre tanto ruido para ser revelado después.

¡Ah! Después me encanta ir al baño, sólo a encontrar en el silencio y en el eco emparedado los sonidos de aquella canción que después de ser escuchada sigue zumbando en el oído, y ahí perdura su magia hasta que el bajón se la lleva consigo. Es un artificio, valido o no, de hacer que las experiencias y sabores se disfruten como antes, y que el tiempo se quede un rato. Experiencias recicladas. Ya no sé ni en qué día vivo.

marzo 27, 2009

Bien Abiertos

Deseo salir de este cuarto tan pequeño donde apenas sí cabe mi cuerpo de pie. Luz y negrura, cómplices opuestos de esta ceguera. Me yergo tratando de levantar el peso que impide mi camino, para después ser devuelto a la incertidumbre de no saber dónde estoy, suponiendo quizá, la muerte. Toda vida alrededor mío, impávida bajo el brillo que quema desde arriba. Todo está maniatado con rigor. ¡Vaya expresión!, “maniatado”, no se me ocurre otra menos acertada. Y sólo yo puedo andar libremente por cada rincón de esta habitación. Sólo a mí me han perdonado las amarras. Sustancias de extraño color se vierten a través de unos poros que no son míos, navegando por venas que me son igualmente ajenas; todo lo que me rodea y que sufre al compás de unas líneas que suben y bajan y cuyo sonido no distingo, pero veo crestas como dibujos que recorren mi piel y adivinan el estado de ánimo de la habitación entera. Mi piel que mira, libertad sin dimensiones que me condena a ver caer todo lo demás. Quisiera por siempre volver a lo negro. Habría que preguntar a los otros si están de acuerdo.

marzo 22, 2009

Lejos de La Luz

Alguna vez me pidieron que escribiera la sensación de estar ciego. Pensé en ese momento que mi letra era prueba suficiente de que quizás no viera bien en realidad.
Genuinamente a tientas esto fue lo que salió...

Algunas personas consideran que soy ciego, pero con el paso de los años mis manos han adquirido ciertos dones que de otra manera permanecerían arrumbados no sé dónde y que me permiten ver tanto o más que “los que ven”. A través de mis dedos encuentro cada destello de luz que el propio sol me ha negado. Nada de lo que me puedan contar los demás se asemeja siquiera a la sensación que me atraviesa cada vez que toco la arena bañada en la espuma de las olas; textura que contiene tanto significado como puedo imaginarlo.

La ceguera me permite volar porque mis pies no conocen el suelo, éste es sólo un peso que anticipa mi caída al vacío, pero yo siempre floto. La arena es el noble reflejo de que el cemento puede ser blando o el lodo muy duro. Prefiero no saberlo, prefiero sentirlo.

Levanto mi cabeza sin miedo. Sin miedo a ser herido por un rayo de sol, sin miedo a imaginar un cielo que todo hombre cree no merecer al verlo tan lejano, pues para mí, los límites de arriba y abajo son tan altos o tan profundos que no hay frontera que los párpados contengan.

Con mis manos esculpo el rostro de la persona que sólo a través de palabras he llegado a querer. El color de sus ojos y el tono de su piel me son desconocidos, pero su interior parezco tocarlo. Y ha sido esta falta de luz la que me ha regalado el amor verdadero y sin apariencias. He aprendido después de todo, que se puede conocer mejor prescindiendo de este sentido traicionero.

marzo 06, 2009

A Quien Corresponda

Nunca se sabe a quién se escribe.
Si el primero que me lee soy yo, y al primero a quien busco complacer es a mí mismo sería fácil hallar el perfil de aquel al que buscan mis palabras. Pero cada día me vuelvo un loco diferente, escurridizo, capaz incluso de burlar mis propias pasiones, y me pregunto entonces si lo que escribo es para mí en domingo atrapado entre ventanas y paredes, o para mí en una tarde de lunes en la procesión del tráfico bajo un aguacero.
Supongo entonces que es a esos locos contradictorios, de humores que van y vienen como el clima, a quienes apunto estas líneas. Certeras sí, porque nunca saben a dónde se dirigen.

febrero 16, 2009

El principio es el final

El final no es mío

…Y así, él encendió las luces de aquel auto que tenía su resguardo, bajó la ventanilla, la hizo acercarse, la miró a los ojos y le mostró con vergüenza y melancolía la bufanda que se había enredado en la palanca de velocidades.

-Sí, es mía.

Ella la tomó de prisa recogiéndose el pelo con una pinza, salió del estacionamiento, miró en el espejo sus ojos que brillaban con esa luz que sólo da haber gozado.

El lugar es siempre el mismo. A la misma hora de todos los días, Edgar ha llegado primero por última vez. Una semana entera le tomó anotarse en la cabeza el elocuente discurso que habría de escuchar Elena. Es uno de tantos misterios del ser humano, pensó, cómo las palabras entran a los oídos para después ser expulsadas furiosas a través de los ojos.

Edgar había imaginado aquel momento lo suficiente como para estar equivocado. Hay que estar preparado en todo momento al llanto de una mujer. Ella llegó, él sin advertir su presencia a escasos pasos del Mondeo color vino, sede de tantas mentiras.

El golpeteo en la ventana, quitar el seguro, abrir la puerta, desnudarse el uno al otro. Eran todos pequeños instantes ininterrumpidos de aquel ritual furtivo que Edgar y Elena compartían todas las noches de martes hacía ya año y medio. Todo era como lo fue la primera de estas noches. Todo menos el saludo. El espacio atemporal donde Elena entraba por la puerta del copiloto, minutos antes de abrir el músculo y cerrar los ojos, ahí, cabía siempre un saludo que con el tiempo cedió al tedio y a la culpa de ambos y ahora se escuchaba con mayor pesadez en cada ocasión. “Nene, estoy apuradísima” fue el de esta vez, seguido de una risita apretada como sólo Elena sabía interpretar.

Y siguieron con la monotonía de siempre, aunque ahora, en invierno, eran más las prendas enemigas. De igual forma, una a una sucumbieron a la destreza de esas cuatro manos, que se habían enseñado a ser mejores para desvestir que para acariciar.

Edgar sabía que al terminar tendría que despedirse de Elena para no volver al estacionamiento jamás, y decidió aletargar el momento con movimientos suaves e insípidos. Un café frío, o una cerveza caliente, siempre a destiempo.

El tablero y los asientos de atrás estaban cubiertos de ropa. La polo de Edgar sobre la guantera, una bufanda que no pudo reconocer en la palanca. Tela por aquí y por allá hacía las veces de escenografía para aquel doloroso acto final.

-Te quiero decir que ya no nos vamos a ver –dijo Edgar sin mirarla.

-¿Cuándo?

La pregunta de Elena tardó en ser contestada por lo que siguió ella misma, sabiendo que habría de vestirse pronto.

-Edgar, ¿ni los huevos tienes pa’ verme? -dijo endureciendo el rostro tanto como pudo-. No jodas.

-Te pido una disculpa –respondió él como si apelara ante un jurado expectante-. Pero va a tener que ser así.

Elena procesó aquellas palabras mientras veía extrañada el vaho de ambos que cubría el parabrisas.

-Pues a la chingada –sentenció.

La despedida también fue diferente esta vez. Elena apretaba el paso al alejarse del coche, azotando la puerta detrás de ella.

Ahora, Edgar ha llegado después. Rodeó el estacionamiento y cuando la vio, logró encontrar tan rápido y entre tanta oscuridad su mirada azul…

febrero 04, 2009

Fotos Veladas

…Todo empieza con un sueño, un sueño del que he despertado muchas medias mañanas pero que siempre olvido. Aquí va, a manera de terapia. Dicen…


Al acercarme pude poco a poco reconocer cada una de las caras que ahí se daban cita. Para mi extrañeza, había gente que yo conocía de diferentes etapas de mi vida, y todas ellas parecían llevarse bien de tiempo atrás. Me elude hasta ahora el motivo de aquella reunión, pero en aquel lugar se encontraban incluso personas con las que compartí mis años en la primaria y demás vivencias de la infancia. Todos parecían estarse divirtiendo, sin embargo yo seguía intrigado sin saber porqué se conocían.

Caminé entre aquellos viejos cuates cuando me topé con una amiga del presente. Más allá de un frío saludo no recuerdo nuestra conversación a detalle, pero en uno de los momentos más lúcidos del sueño, ella comenzó a burlarse de mi mamá, decía que era una ñoña, y al escucharla, su hermana se acercó a nosotros para secundar los penetrantes insultos de la primera. La situación era incómoda, sobreponiéndose este sentimiento a la incertidumbre de aquel escenario tan irreal, cuando otro amigo nuestro se unió con curiosidad a los improperios de las hermanas. No recuerdo haber escuchado de él ataque alguno, al contrario, su propia sorpresa me daba muestras de lo lejos que me encontraba de anécdotas reales, y lo cerca que estaba de despertarme.

Transcurrieron situaciones que ahora me son borrosas, como fotografías veladas cuya memoria escapa a la imagen. Recuerdo que después, habiéndose disipado el enojo hacia mi amiga, permanecimos juntos un rato en el que, como ella suele hacerlo, me mostró videos en su celular, y fue entonces cuando me enseñó uno donde aparecía un hombre extraño al que ella se refirió como “Pilui”. Los “Piluis”, en palabras suyas, eran una suerte de chamanes que además de las cualidades propias de estos, eran doctos en las artes marciales. Al ver el video a través de la pantalla del celular, me fui envolviendo en aquel contexto hasta encontrarme a escasos pasos del hombre. Su apariencia en efecto me recordaba a la de un indígena, su cabello cano y maltratado estaba sujeto a una coleta que le recorría la espalda hasta por debajo de los hombros, y su piel, hendida por el sol, evidenciaba su vejez.

Todo esto, sin embargo, no causó gran impresión en mí como lo hicieron sus brazos. Algo en ambos me sobresaltó; era deforme. Las extremidades mutiladas me recordaban a algún personaje grotesco de Jodorowsky, y al momento en que la repulsión me invadía con mayor intensidad, mi amiga me contaba de su encuentro con el chamán, que según ella era vecino de otro cuate suyo que yo también conocía. Volteé nuevamente a ver su cuerpo. El “Pilui” estaba haciendo gala de sus habilidades marciales y de una certera patada me despidió del sueño. Contundido por el choque de emociones tan ajenas como cómplices levanté el velo de mis ojos rápidamente. Es curioso, una vez despierto no sentí dolor alguno…