marzo 29, 2009

Ghost of The Stereo

Hola
Aquí dejo la primera de algunas letras que he querido bloggear desde hace rato.
La prosa puede ser medio cansada a veces. Los renglones se ven más monos cuando no son tan largos.
Lean si quieren.
If I ever had my fortune told
Would I then stop waiting to get old?
Though records have shown
I’m better off on my own
I’ll pave a new route home
If you let me

I sure know the northern superpower’s favorite Beatle is Paul
I’ve grown addicted to things I wasn’t fond of before
But now that it’s finally mine
I don’t belong myself
And now that you’ve been denied the sweetest taste
I hope you say grace before eating the sinful fruit of intelligence
And I know there are men on TV
Pollsters who darken our days black

Not until the plates start shifting at their own command
And the ghost of the stereo finally speaks his mind
All our favorite words
Will fit in one line

And I know there are men on TV
Pollsters who darken our days black
Half of the time I don’t understand
What they mean

No Sé Si Sea Hipermoderno

O posmoderno, o sobremoderno, o supermoderno, no sé. Me reconozco esclavo del “gossip” mediático, y sé que aún tratándose de temas alejados de la cultura popular, estos forman parte de la misma enajenación que me somete a sesiones de Youtube a medianoche. Videos virales, sucesos que quizás, de no verlos hoy, después no sean un tema de conversación entretenido.

Disfruto cada momento de quietud entre mis necesidades inventadas. Y vaya que son pocos estos momentos. El miedo a la soledad ha sido reemplazado ahora por el miedo a la incomunicabilidad, miedo a la marginación ciberespacial, miedo a la caducidad de ideas, al envejecimiento de personalidades. Atribuyo mi caída de cabello en gran parte a la prisa y al estrés que me siguen como sombras en mi rutina diaria.

Soy uno de esos tantos que se siente solo si no pertenece a algún espacio que pueda compartir con los demás. El club de los alienados es, no lo dudo, uno de los más concurridos hoy en día. Sí, es difícil estar solo en la actualidad, porque ahora es posible acercarme a gente de ciudades con nombres que jamás había escuchado a través de ese vínculo de lo compartido. La realidad que nos asedia nos ha hecho colegas, amigos, hermanos. Todo ello sin siquiera habernos dado la mano.

Es bello. Ahora sé que no estoy tan loco como pareciera. A un dúo de niñas adolescentes noruegas les gusta Fleet Foxes tanto como a mí. Alguien más, un gringo me parece, me hizo el día al asentir mi opinión que un connacional suyo que aparece tocando un cover de Cape Cod Kwassa Kwassa desde su habitación, ahora violada cinco mil doscientas seis veces por los ojos de otros miles de intrusos a distancia, es el vivo retrato de Alfred E. Neuman. Y es que al pasar gran parte de mi vida buscando el parecido perfecto de carne y hueso con la mascota de la revista MAD, sólo pensé en postear mi comentario cuando creí haberlo encontrado en el video de aquel niño, deseando quizás que alguien más compartiera mi opinión.

La atemporalidad en la que vivo no logra hilar los días y las horas, los antes y los después. Sin avisarnos, lo retro se adelanta, y las costumbres más tendenciosas se quedan rezagadas en el tiempo. He llegado a un punto en mi vida que debo apretar el paso y abrir más los ojos, pequeños como son, para alcanzar el ritmo de mis propias experiencias. Es tanta la información. Mi cerebro está atiborrado de cosas; memorias que entran y salen para ser reemplazadas por algo nuevo, ¿o algo viejo? Los recuerdos son turistas. Se pierde el placer, creo. Hay muy poco tiempo para poder comer algo despacito mientras sientes con cada bocado el sabor que es advertido por lo que sea que tengamos detrás de la lengua que hace de nosotros un manojo contradictorio de gustos y repulsiones. Siempre digo que es por eso que acojo uno que otro enervante suave con tanta religiosidad. Casi nada para mí se asemeja al escuchar música bajo el influjo de un gallo bien apretado. Explico porqué. Normalmente cuando fumo se conjugan una serie de factores que hacen del momento un despojo casi eterno de toda preocupación y citas por atender. No hay de qué correr y a ningún lugar. Entonces cada canción es más larga, cada sonido más profundo. Es verdad, es verdad. Me ha pasado muchas veces que descubro en canciones que ya conozco arreglos que antes me eran imperceptibles. Un bajo muy grave que no había notado, o el asalto sutil de un teclado delicadamente escondido entre tanto ruido para ser revelado después.

¡Ah! Después me encanta ir al baño, sólo a encontrar en el silencio y en el eco emparedado los sonidos de aquella canción que después de ser escuchada sigue zumbando en el oído, y ahí perdura su magia hasta que el bajón se la lleva consigo. Es un artificio, valido o no, de hacer que las experiencias y sabores se disfruten como antes, y que el tiempo se quede un rato. Experiencias recicladas. Ya no sé ni en qué día vivo.