marzo 22, 2009

Lejos de La Luz

Alguna vez me pidieron que escribiera la sensación de estar ciego. Pensé en ese momento que mi letra era prueba suficiente de que quizás no viera bien en realidad.
Genuinamente a tientas esto fue lo que salió...

Algunas personas consideran que soy ciego, pero con el paso de los años mis manos han adquirido ciertos dones que de otra manera permanecerían arrumbados no sé dónde y que me permiten ver tanto o más que “los que ven”. A través de mis dedos encuentro cada destello de luz que el propio sol me ha negado. Nada de lo que me puedan contar los demás se asemeja siquiera a la sensación que me atraviesa cada vez que toco la arena bañada en la espuma de las olas; textura que contiene tanto significado como puedo imaginarlo.

La ceguera me permite volar porque mis pies no conocen el suelo, éste es sólo un peso que anticipa mi caída al vacío, pero yo siempre floto. La arena es el noble reflejo de que el cemento puede ser blando o el lodo muy duro. Prefiero no saberlo, prefiero sentirlo.

Levanto mi cabeza sin miedo. Sin miedo a ser herido por un rayo de sol, sin miedo a imaginar un cielo que todo hombre cree no merecer al verlo tan lejano, pues para mí, los límites de arriba y abajo son tan altos o tan profundos que no hay frontera que los párpados contengan.

Con mis manos esculpo el rostro de la persona que sólo a través de palabras he llegado a querer. El color de sus ojos y el tono de su piel me son desconocidos, pero su interior parezco tocarlo. Y ha sido esta falta de luz la que me ha regalado el amor verdadero y sin apariencias. He aprendido después de todo, que se puede conocer mejor prescindiendo de este sentido traicionero.

1 comentario:

Méale aquí